miércoles, 17 de junio de 2015

LOS 88 DE MAMMOTH POR PAREJAS

Como sabéis este año en el Campeonato de Ultramaratón de Extremadura, se ha introducido la categoría por parejas y, claro, ya me estaba picando el gusanillo pensando cómo sería eso de competir por parejas sin sufrir la soledad del corredor, soledad asumida y, a veces (por lo menos en mi caso), buscada. En lo poco que he competido siempre lo he vivido de manera individual. ¿Cómo sería depender de alguien? ¿Cómo sería que otro, tu compañero, te siga? ¿Te ayude? ¿Te anime? ¿Te sufra?


            El botón de muestra y a la vez la chispa que hizo surgir esto fue  la Titán Villuercas donde Óliver (mi compañero) y yo, hicimos 80 kilómetros juntos y ya surgió alguna conversación al respecto. El gusano se hacía grande. Así que en cuanto leí “por parejas”, “otro año más un éxito de participación”, “Los 88 de Mammoth”. Me dije: “esta la tenemos que hacer”.

            A dos horas de casa, San Martín de Valdeiglesias, Madrid. Tengo que levantarme a las 4.45 de la mañana y pasar por Navalmoral (ya que Ángel, compañero de Yellowteam nos prestó un maillot para poder ir conjuntados, ¡gracias Ángel!). Dos horas de coche y allí estamos en un sitio idílico para el mtb. Óliver viene de Madrid y nos juntamos allí poco antes de la salida.

            Salida. Ya pinta bien esto,  un montón de bikers se agolpan en la salida, 180 parejas conté en la lista aunque finalmente no llegaron tantas. Nos colocamos de los últimos confundidos por la cola de los que compiten en individual pero no pasa nada ya como siempre vamos a salir despacio, ¿verdad?

            Primeros kilómetros. En seguida veo que Óliver está mucho más fuerte que yo y que me va a tocar sufrir de lo lindo, estas tres semanitas de no entrenar en condiciones me van a pasar factura y sí, me pasó factura de narices.

            Mención especial al circuito. Antes de seguir con la ruta tengo que decir que el circuito es espectacular, “solo” 1800 m de acumulado pero a veces eso no mide la dureza de una prueba, ni de lejos. Es como un tobogán continuo que acaba en otro y en otro y en otro y así 72 kilómetros (tuvieron que recortar el circuito por desgracia -o por suerte para mí-). Y todo rodeado por un pinar, como envoltura de regalo. Un circuito rompepiernas, sin subidas largas (de las mías) pero técnico, con bajadas complicadas, estrecho, sin pistas, a veces daba la sensación de haber pasado una y otra vez por el mismo sitio, genial. Si me preguntan cómo debería de ser una ruta maratón sin duda diría que se debe de parecer a esto. Y mira que lo sufrí. Y si me preguntan dónde quiero vivir, no tengo un sitio preferido pero sí que necesito al lado algo parecido a ese pinar. Sí señores, es amor (“platónico”, mi niña, ¡muahh!).

            Empezamos a degustar el circuito y lo primero que me preocupa es si voy a ir un punto por encima de lo que debería. Sales, ves a tu compañero bien, tienes fuerzas todavía y ¡qué complicado es retenerte! Yo siempre tiro de pulsaciones pero da igual, es muy difícil -por lo menos para mí- pero no vuelvo. Tengo que aprender la lección de una vez.
            ¿Cómo vas? “Bien”, respondo, “a este ritmo bien”. El inicio fue muy bonito, de atrás a delante, cogiendo grupillos, decidiendo si quedarnos o seguir a por otro y avanzar. Siempre es muy emocionante esta parte de la carrera. Me encanta.

            Primer error: tenía que haber parado un poco con un grupillo que cogimos. Tenían buen ritmo pero se rompió. No recuerdo ahora si nos fuimos hacia adelante o se rompió el grupo. También seguimos a una pareja que parecía ser la ideal a seguir, a buen paso, que después dejamos atrás y al final “nos mojaron la oreja” en los últimos kilómetros.

            Primer avituallamiento km. 27. Parada rápida, rellenar bote de agua, algo de isotónico, medio plátano, “¡vámonos!”. Hasta aquí todo bien. Noto que hace aire y que nos molesta pero siempre voy cubierto. Óliver va delante, siempre delante. Seguimos disfrutando del circuito: bajadas en medio de los árboles, piedras, ramas,… Que no se acabe el día y que no se acaben las fuerzas. Pues se acabaron, vamos que si se acabaron.

            Kilómetros 40-49. ¡BOOOM! Explosión total, pájara, Óliver ya no me pregunta, mira para atrás porque voy parado. Hacía mucho que no me pegaba una pájara tan fuerte y ya no me recupero hasta el final. Recuerdo en el kilómetro 42, mirar el reloj y venírseme el mundo encima, pero había que seguir. Me daba mucha rabia no poder estar mejor, no poder decir “me he recuperado, venga ¡vamos Óliver!”. Pues no, no y no, hoy no.

            En el kilómetro 49 penúltimo avituallamiento: agua, isotónico, plátano, sandía, lo que fuera, pero no quería parar más de lo necesario, quería acabar como fuera.

           
            Kilómetros 50-61. Sigue el espectáculo del entorno pero yo no doy la talla. Se pone complicado con zonas de bajarse de la bici: rocas, pasos estrechos,… Intento no perder a mi compañero pero me cuesta bastante. Voy al tran tran, a veces hasta decente, pero no recupero. Me lo tomo con filosofía y ya está, aguantando.

            En el 61, último avituallamiento donde pillamos todo lo posible para recuperar.

            Kilómetro 62-meta. Parece que mejoro un poquito, pero fue espejismo de un par de kilómetros. Mientras, Óliver me anima, me da conversación, hay que engañar un poco a la cabeza mientras las piernas duelen. En esos kilómetros nos cogen hasta cuatro parejas, todas las que habíamos dejado atrás y que, como regularon su esfuerzo, habían conseguido alcanzarnos. Hacemos un intento de no perderlos, aprieto los dientes, me arenga Óliver, pero nada, un repechín y para atrás. “No hay gas, Kiko”.

            Último repecho. Veo el pueblo. ¡Qué sensación de alivio, de liberación! Llegamos. Entrada en meta y satisfacción absoluta. Puesto 36 de parejas general y 33 en nuestra categoría, muy contentos teniendo en cuenta lo sufrido.

            Sin duda ha merecido la pena: por la ruta, por la experiencia, por compartir con mi amigo una ruta y compitiendo, una sensación muy diferente. Un mal sabor de boca porque ves que no puedes más cuando tu compañero está casi “de paseo”. Pero esto a la vez motiva, porque ahora quieres entrenar más, mejor, etc. Creo que debe de ser un subidón cuando los dos estemos a un nivel parecido, entonces será otra cosa. Todo llegará.

            La organización impecable, señalización sin pega, los voluntarios, avituallamientos, todo perfecto. La comida de después que estaba lista en cuanto llegabas a meta, bebida, postre (creo que eran miguelitos, ¡qué ricos!).

            Nos vemos en la próxima y, como siempre, gracias por hacer que disfrute de lo que más me gusta.


            ¡Óliver, en la próxima vas a sudar de lo lindo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tiempo en Logrosán